La formación de la Tierra ha sido una de las cuestiones más estudiadas a lo largo de la historia, muchas teorías tratan de explicar la formación de los continentes.

La formación del mundo ha sido a lo largo de la historia de la humanidad una de las cuestiones más estudiadas y debatidas por historiadores, científicos y pensadores de todo el planeta, gracias a las investigaciones sabemos que todo en la Tierra, incluso las grandes masas continentales aparentemente fijas por su composición y densidad, tienen movimiento.

  

TEORÍA DE LA DERIVA CONTINENTAL

La teoría fue planteada por Alfred Wegener, en ella los continentes no están fijos en una posición, sino que se han desplazado y se están desplazando por la superficie de la Tierra.

Para Wegener; debió haber existido una única y gran masa de la Tierra, a la que llamo Pangea (un único continente con forma de c), estando el resto del globo cubierto por un océano llamado Panthalassa, este enorme continente después de evolucionar 20 millones de años y debido a la acción centrifuga originada por la rotación de la Tierra, se fragmentó e inició un movimiento de deriva o traslación.


 

Gracias a la rotura en la Pangea, que se produjo simultáneamente al norte y al sur del bloque África-Sudamérica se formaron los dos primeros continentes:
Al norte quedó lo que hoy es Norteamérica y Asia, que Wagener llamó Laurasia, al sur, Gondwana, formada por Antártida, Australia e India, de esta manera se produjo la formación de las cadenas montañosas.

La base de esta teoría para Wagener era que los continentes proceden de una sola y única masa continental que se fragmentó, iniciándose un movimiento de traslación relativo entre ellos. Los continentes se habían desplazado hacia el oeste por una lenta traslación denominada "deriva de los continentes”. 

 

 

La teoría se ha vuelto la más conocida debido a las semejanzas entre las líneas de las costas de ciertos océanos como el atlántico. Por ejemplo, se observa la fractura en forma de "s" en los contornos de la costa occidental de África y la costa oriental de América del Sur, donde América, Europa y África podrían encajar perfectamente, como un rompecabezas.
La teoría de Wagener nos muestra como la separación de la Pangea y la deriva continental, ocurrió por las fuerzas de atracción de la Luna y del Sol, a las que se unió la fuerza de rotación de la Tierra.

 

El rompecabezas de placas tectónicas

Es la evidencia más contundente que finalmente se acumuló a favor de la hipótesis haya sido precisamente de índole geofísica.

En los años 30 el geofísico japonés Wadati documentó el incremento en la profundidad de los sismos en función de la distancia tierra dentro hacia el continente. Al mismo tiempo el sismólogo Hugo Benioff documentaba la misma variación y resaltaba el hecho de que las zonas de alta sismicidad no estaban distribuidas de manera uniforme sobre el globo terráqueo, sino que éstas se alojaban en fajas más o menos continúas asociadas a algunas márgenes continentales.

 

 

A principios de los años 60 el geofísico H.H. Hess sugirió un mecanismo que podría explicar la deriva continental, basándose en las variaciones topográficas de los océanos. Hess propuso que las rocas de los fondos marinos estaban firmemente ancladas al manto que les subyacía. Conforme se apartaban dos enormes masas de manto, acarreaban pasivamente el fondo oceánico y surgía de las profundidades terrestres material fundido que formaba una cadena volcánica y que rellenaba el vacío formado por la separación de los fondos oceánicos.

En 1963, los geofísicos ingleses Frederick Vine y Drummond Matthews reportaron mediciones de anomalías magnéticas en los fondos marinos al sur de Islandia, obtenidas mediante un magnetómetro muy sensible remolcado por un buque. Los registros magnetométricos indicaban patrones lineales muy claros de anomalías magnéticas positivas (donde la fuerza magnética era mayor que el promedio) y negativas (donde la fuerza magnética era menor que el promedio). Las anomalías magnéticas eran también simétricas con respecto al eje de la cadena montañosa del fondo marino.

 

                                               

 

Esta observación encajaba con la del francés Bernard Bruhnes, quien en 1906 había propuesto que el campo magnético terrestre se invertía más o menos cada medio millón de años. Vine y Matthews concluyeron que las rocas volcánicas de los fondos marinos estaban registrando la polaridad del magnetismo terrestre en el momento de su cristalización; conforme se invertía esta polaridad cada 500,000 años, las rocas que se formaban constantemente en las dorsales oceánicas iban registrando los cambios de polaridad.