Los viajes espaciales inducen cambios corporales que son muy similares al envejecimiento, lo que se vuelve una oportunidad para la investigación médica.

Estos vuelos influyen en la biología de formas drásticas y las personas que viajan al espacio parecen sufrir los efectos del envejecimiento más rápido que las personas que se quedan en la Tierra. Un conjunto de 29 estudios publicados recientemente en las revistas Cell, Cell Reports, iScience, Cell Systems y Patterns examina los peligros biológicos del vuelo espacial en 56 astronautas.

Estos estudios han demostrado que el espacio cambia drásticamente los genes, la función mitocondrial, los equilibrios químicos de las células y desencadena una cascada de efectos en la salud de los humanos y los animales que viajan al espacio.

Una dosis de espacio

 

 

 

Toda la vida de nuestro planeta ha evolucionado con la gravedad y las condiciones terrestres, así que no estamos preparados para vivir en ningún otro tipo de entorno. El espacio afecta a cada célula de formas diferentes, señala Michael Roberts, científico jefe interino del Laboratorio Nacional de la EEI.

 

En microgravedad, el corazón, los huesos y los músculos no necesitan esforzarse tanto como en la Tierra, así que se debilitan por el desuso. Los líquidos también fluyen de otra forma en el espacio y esto puede cambiar las formas de los tejidos llenos de fluidos, como los del cerebro. La mayor radiación de fondo fuera de la atmósfera terrestre también puede dañar el ADN y aumentar el riesgo de cáncer. Incluso los niveles de dióxido de carbono ligeramente más altos de la EEI pueden afectar a la fisiología de un astronauta.

 

           

La nueva investigación sobre los efectos de los vuelos espaciales en la salud refleja los hallazgos de los exhaustivos estudios sobre la salud de los astronautas gemelos Scott y Mark Kelly. La investigación de la NASA “Twins Study” contó con 10 equipos que analizaron los cambios moleculares y fisiológicos que experimentó Scott durante y después de un año en el espacio. Los investigadores compararon los cambios de Scott con su gemelo idéntico Mark, que se quedó en la Tierra durante ese periodo.
 A partir de más de 300 muestras biológicas, los equipos catalogaron una serie de diferencias corporales en los astronautas gemelos, como los cambios en las expresiones genéticas, los microbiomas, las funciones cognitivas y los sistemas vasculares de los astronautas.

 


En el Twins Study, Bailey descubrió algo asombroso: la longitud de los telómeros de Scott había cambiado. Los telómeros se encuentran en los extremos de los cromosomas y los protegen de los daños, como los herretes de plástico que previenen el desgaste de los cordones de los zapatos. Bailey explica que son un buen indicador del envejecimiento porque su longitud se ve afectada por todos los aspectos de la vida terrícola, como nuestra dieta, estilo de vida e incluso el bienestar mental. Los telómeros se acortan a medida que envejecemos y la rapidez de este acortamiento es un marcador de salud importante.

 

 

Durante el tiempo que pasó Scott en el espacio, los científicos observaron un alargamiento inusual de sus telómeros. Sin embargo, al volver a la Tierra, enseguida se acortaron. «Aunque eran más largos durante el vuelo espacial, acabó teniendo telómeros más cortos que los que tenía antes», afirma Bailey.

«La alteración de la longitud de los telómeros se ha asociado a cosas como las enfermedades cardiovasculares, sobre todo los telómeros cortos», añade. Sin embargo, los telómeros alargados de Scott durante el tiempo que pasó en el espacio tampoco son una buena señal. «Los telómeros más largos también están vinculados al cáncer. No hay forma de ganar en este juego».

 

Al igual que en el Twins Study, los investigadores documentaron una serie de cambios fisiológicos e intentaron identificar los mecanismos, como las proteínas o genes específicos, que los causaban.

Algunos de los síntomas de los vuelos espaciales parecen estabilizarse tras pasar una cantidad de tiempo determinada en órbita, como la disminución del volumen de la sangre y los cambios en el corazón y los pulmones. Pero los astronautas no han vivido el tiempo suficiente en la EEI como para que los científicos aseguren que estos cambios corporales alcanzarán un estado constante.