En un mundo donde los avances tecnológicos y de infraestructura no dejan de sorprendernos, hay proyectos que parecen sacados de la ciencia ficción. Uno de ellos es la Presa de las Tres Gargantas en China, una de las obras de ingeniería más ambiciosas jamás construidas. Pero más allá de su impresionante capacidad hidroeléctrica, hoy está en el centro de una conversación inusual y fascinante: la NASA ha confirmado que este coloso de concreto puede ralentizar la rotación de la Tierra.
Sí, leíste bien. Una construcción humana está afectando el giro del planeta.
Una presa colosal en todos los sentidos
Ubicada en el río Yangtsé, la Presa de las Tres Gargantas fue concebida no solo como una planta hidroeléctrica, sino como un símbolo del poderío tecnológico y económico de China. Desde su inauguración, ha generado suficiente energía como para alimentar países enteros: produce unos 112 TWh al año, más que toda la demanda eléctrica de países como Noruega, Chile o Finlandia.
Con una capacidad de 40 mil millones de metros cúbicos de agua, la presa contiene una masa líquida tan enorme que puede alterar el equilibrio del planeta. Y es aquí donde entra la NASA.
¿Qué dice la NASA?
Según el geofísico Benjamin Fong Chao, del Centro Goddard de Vuelo Espacial de la NASA, al llenarse por completo, la Presa de las Tres Gargantas desplaza una cantidad inmensa de masa desde altitudes más bajas hacia un punto más alto (relativamente hablando, respecto al centro de la Tierra). Esto modifica el momento de inercia del planeta, un concepto físico que describe la resistencia de un cuerpo a cambiar su rotación.
¿La consecuencia? Una ralentización mínima, pero medible en la rotación terrestre: cada día se alarga 0,06 microsegundos (0,00000006 segundos).
En otras palabras, mover esa cantidad de agua estira el día, aunque solo sea por una fracción ridículamente pequeña. Pero en ciencia planetaria, incluso los cambios diminutos importan.
¿Qué otras actividades humanas han afectado la Tierra?
Aunque pueda sonar increíble, no es la primera vez que la humanidad (o la naturaleza) altera el ritmo de nuestro planeta:
-
El tsunami del Océano Índico en 2004, causado por un terremoto masivo en Indonesia, desplazó el eje terrestre unos 2,5 cm y acortó el día en 2,68 microsegundos
-
Entre 1993 y 2010, la extracción masiva de aguas subterráneas (2 150 gigatoneladas de agua) elevó el nivel del mar y desplazó el eje de rotación 80 cm hacia el este
-
El derretimiento de los glaciares, a raíz del cambio climático, también está redistribuyendo la masa terrestre, alterando lentamente la inclinación del eje rotacional
Es decir, nuestro impacto ya no solo se mide en gases de efecto invernadero o deforestación, sino en cómo literalmente le estamos “cambiando el paso” al planeta.
¿Deberíamos preocuparnos?
En términos prácticos, no notarás la diferencia en tu día a día. No tendrás que ajustar tu despertador ni habrá consecuencias inmediatas para la vida diaria. Pero a largo plazo, los sistemas de precisión como los satélites GPS, las telecomunicaciones y la navegación podrían requerir ajustes técnicos, como la introducción de “segundos intercalares” (segundos adicionales que se agregan —o se restan— para mantener sincronizados los relojes atómicos con la rotación real de la Tierra).
De hecho, se está evaluando por primera vez la necesidad de introducir un “segundo intercalar negativo”, es decir, acortar un minuto a solo 59 segundos. Parece menor, pero para sistemas digitales y científicos, estos segundos pueden marcar una diferencia crítica.
¿Por qué esto nos importa?
Porque este tipo de noticias nos recuerda algo crucial: vivimos en una era donde la influencia humana ha alcanzado escala planetaria. A esto se le llama técnicamente Antropoceno, una nueva era geológica en la que las actividades humanas son la fuerza dominante que da forma a la Tierra.
La idea de que una presa pueda alterar la rotación de un planeta puede sonar sacada de una novela de ciencia ficción, pero es real, medible y cada vez más frecuente. Y mientras seguimos construyendo, extrayendo y modificando el entorno, debemos preguntarnos: ¿hasta qué punto podemos intervenir en los sistemas naturales sin consecuencias imprevistas?
¿Qué nos enseña esto sobre el futuro?
A medida que nos acercamos a nuevas fronteras —como la colonización de la Luna o Marte, donde cada gramo cuenta y cada segundo importa— entender cómo nuestras acciones modifican el equilibrio físico de los cuerpos celestes se vuelve más relevante que nunca.
Lo que aprendemos sobre la Tierra y su dinámica rotacional puede aplicarse a la exploración espacial, a la terraformación de planetas, e incluso a las soluciones para enfrentar el cambio climático aquí en casa.
Una llamada a la conciencia planetaria
Así que la próxima vez que escuches hablar sobre una presa, un proyecto de ingeniería o una gran construcción, recuerda que no se trata solo de infraestructura, sino de geopolítica, sostenibilidad y física planetaria. Somos capaces de alterar los ritmos de un planeta entero. Eso es poder… y también una enorme responsabilidad.
Y aunque un día más largo por 0,06 microsegundos no cambiará nuestras vidas de inmediato, es una prueba de que todo en la Tierra está conectado, y que nuestras decisiones, incluso las más monumentales, tienen eco en el tejido invisible del tiempo y el espacio.