Un estudio liderado por la ESA sugiere que el estado de letargo en el que se sumergen algunos animales podría ser inducido en humanos

Un tema recurrente en la ciencia ficción son los viajes espaciales y hemos visto como algunos creadores han explorado la idea de poner a dormir a sus héroes durante un largo periodo y así evitar las 'molestias' de recorrer años luz de distancia (como en “Una odisea en el espacio”). Entonces, ¿Qué pasaría si realmente pudiésemos llevar este mecanismo a la realidad? Pues ahora investigadores de la ESA sugieren que la hibernación podría convertirse en una técnica viable para los viajes espaciales.

 

 

Recorrer el trayecto que nos separá del Planeta Rojo nos llevaría en una nave terrestre de 6 a 9 meses y durante ese tiempo, los astronautas a bordo tendrían que comer, beber y respirar y realizar tareas diarias. «Estamos hablando de 30 kilogramos por astronauta por semana de insumos, y además de eso debemos considerar la radiación, así como los desafíos mentales y fisiológicos», resume Jennifer Ngo-Anh, coordinadora de investigación y carga útil de Exploración Humana y Robótica de la Agencia Espacial Europea (ESA) y una de las autoras del estudio.

 

Todo ello sin contar alrededor de 200 días aislados conviviendo en un entorno estresante, de camino a un nuevo mundo bastante hostil para la vida. Y después otros 200 de regreso a la Tierra.

 

Cápsulas de sueño espaciales

Los investigadores sugieren cómo podrían ser los habitáculos en los que los futuros astronautas dormirán durante su 'sueño espacial'. Se trataría de cápsulas con un caparazón blando, en un entorno con poca luz, baja temperatura (menos de 10 ºC) y alta humedad. Los astronautas se moverían muy poco, pero no estarían sujetos y usarían ropa que evitaría el sobrecalentamiento.

 

 

Mientras, los sensores portátiles medirían su postura, temperatura y frecuencia cardíaca, y la inteligencia artificial sería la encargada de velar porque todo siga en orden (incluido todo el funcionamiento de la nave). Aparte, cada cápsula estaría rodeada de recipientes de agua que actúan como escudo contra la radiación. «Lejos del campo magnético de la Tierra, el daño causado por partículas de alta energía puede provocar la muerte celular, la enfermedad por radiación o el cáncer», señala Alexander.

 

 

Imitando la hibernación animal

Aunque el mecanismo de la hibernación no es algo inventado por los humanos, no tenemos que partir de cero para entenderlo, el estudio señala que podríamos imitar a los tardígrados, seres casi indestructibles, gracias a la criptobiosis, pueden aguantar en condiciones extremas hasta que estas vuelvan a ser las idóneas. Sin embargo, mucho nos separa de estos organismos microscópicos que aguantan hasta ser disparados con un arma.

 

Por lo que los investigadores señalan a los osos como el mejor modelo a seguir: con una masa corporal similar a la nuestra, reducen su temperatura solo unos pocos grados, un límite considerado seguro para los humanos. Y los astronautas podrían seguir el mismo 'truco' que estos animales para prepararse para la hibernación: adquirir la grasa corporal adicional antes de ir a dormir. Gracias a ello, los osos pardos y negros se retiran a sus guaridas y pasan seis meses de ayuno e inmovilización.

 

 

El problema es que si una persona pasa seis meses en cama, hay una gran pérdida de fuerza muscular y ósea, además de riesgo para el corazón. «Pero la investigación muestra que los osos salen de su guarida saludables en primavera con solo una pérdida marginal de masa muscular. Únicamente les toma alrededor de 20 días volver a la normalidad. Esto nos enseña que la hibernación previene la atrofia muscular y ósea por desuso, y protege contra daño tisular», explica Alexander Choukér, profesor de Medicina de la Universidad Ludwig Maximilians de Múnich (Alemania).

 

Según recientes estudios, niveles más bajos de testosterona parecen ayudar a la hibernación prolongada en los mamíferos, ya que su contraparte, los estrógenos, regulan fuertemente el metabolismo energético. «El equilibrio muy específico y diferente de hormonas en mujeres o hombres y su papel en la regulación del metabolismo sugiere que las candidatas femeninas podrían ser las idóneas para estas pruebas», agrega Alexander.

 

 

«No conocemos el mecanismo exacto detrás de la inducción del letargo o la hibernación, pero a través de proyectos específicos, la ESA quisiera identificar aquellas neuronas y sus proyecciones que se activan (o bloquean) durante el inicio del letargo», explica a ABC Ngo-Anh. «Con este fin, también apoyamos la investigación que investiga el papel del hipotálamo. Los métodos utilizados en modelos animales aún no se han aplicado a humanos, pero se está trabajando para preparar la prueba inicial en esta dirección».

 

 

Sin embargo, sí se han realizado algunos experimentos 'ad hoc' con humanos. De hecho, ya se ha probado que el letargo terapéutico en personas es factible: desde los ochenta, los médicos provocan la hipotermia (descenso de la temperatura corporal por debajo de los 35 grados) para reducir la actividad metabólica durante cirugías largas y complejas o para intentar mejorar la supervivencia tras episodios que necesitan de técnicas de reanimación, como una parada cardíaca fuera del hospital. El problema es que no se trata de una reducción activa de la energía.

 

«Todavía no sabemos cuándo podremos aplicar estas técnicas en humanos», indica Ngo-Anh. «No va a ser ni hoy ni mañana. Pero con el tiempo, serán una realidad en las misiones tripuladas de larga duración».