La exploración espacial vive un momento clave en la historia de la humanidad. A través de iniciativas innovadoras, no solo se abren las puertas para el avance científico y tecnológico, sino también para que jóvenes con talento y pasión por el espacio se conviertan en protagonistas de este nuevo capítulo. Una de estas oportunidades es la misión internacional SERA Space Age, cuyo propósito es formar y preparar a la próxima generación de líderes espaciales mediante experiencias reales de vuelo suborbital, entrenamiento intensivo y trabajo en entornos internacionales de alta exigencia.


Una misión con propósito

El objetivo de SERA Space Age va más allá de la experiencia individual. Esta misión busca inspirar a la juventud global, demostrar la importancia de la colaboración internacional en la exploración espacial y abrir el camino hacia un futuro donde los vuelos suborbitales y la vida fuera de la Tierra formen parte de nuestra realidad. Ser parte de este proceso de selección significa asumir un papel como pioneros, embajadores y ejemplos para miles de jóvenes que ven en el espacio un horizonte posible.


Nuestros seleccionados
Con orgullo compartimos los nombres de quienes, después de su formación en el International Air and Space Program (IASP), han sido seleccionados para dar un paso más en su trayectoria y postularse a esta misión histórica:

  • Dafne Pimentel
  • Brandon Montoya
  • Pablo González González
  • Diego Pérez
  • Samantha Iniestra
  • Aaron López González
  • Diana Gabriela García Ríos
  • Ivana Naomi Millán Flores
Cada uno de ellos representa no solo el esfuerzo personal, sino también el compromiso colectivo de una generación que busca demostrar que la exploración espacial no tiene fronteras ni límites, solo nuevos retos por conquistar.

Un futuro que comienza hoy
Para nuestros seleccionados, aspirar a formar parte de SERA Space Age significa convertir lo aprendido en el International Air and Space Program en un trampolín hacia un escenario internacional aún más desafiante. Es la oportunidad de poner en práctica sus conocimientos, de ser embajadores de la juventud latinoamericana y de inspirar a otros a seguir el mismo camino.

Hoy celebramos su dedicación y visión. Sabemos que su participación en este proceso es solo el inicio de una historia que marcará huella en la próxima era espacial. Con ellos, reafirmamos que el futuro de la humanidad en el espacio ya comenzó, y que serán las nuevas generaciones quienes lo lideren.
La cápsula Dragon de SpaceX amerizó con éxito frente a las costas de California, marcando el fin de su misión número 32 de reabastecimiento a la Estación Espacial Internacional (EEI). A bordo, transportaba valioso material científico, incluyendo el Mecanismo Compatible Biomimético-1 (MCB-1), un innovador experimento mexicano desarrollado por el equipo de Mat X Space durante su participación en el International Air and Space Program 2022.
 
ISS crew members Anne McClain and Nichole Ayers 
 
 
Gracias al compromiso de AEXA con el impulso al talento joven a través del International Air and Space Program (IASP), el experimento MCB-1 logró ser evaluado en el espacio como parte del conjunto de investigaciones instaladas en el módulo externo MISSE de la Estación Espacial Internacional. Este innovador dispositivo, inspirado en mecanismos naturales y diseñado para funcionar sin electricidad aprovechando únicamente las variaciones de temperatura, permaneció en órbita durante seis meses, enfrentando las condiciones extremas del entorno espacial.
 
Picture
 
El MCB-1 representa un logro sin precedentes para la ciencia mexicana. Esta tecnología podría ser clave para el desarrollo de estructuras más resistentes y adaptables en futuras misiones a la Luna y Marte. Ahora que ha regresado a la Tierra, los miembros de Mat X Space, iniciarán el análisis de los datos obtenidos durante su estancia en el espacio.
 
Con esta misión, México reafirma su papel en la vanguardia de la exploración espacial, gracias al talento joven y el respaldo de organizaciones comprometidas con el futuro aeroespacial del país.
 
Contacto para prensa:
Ana Luisa Quijada
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+52 55 7966 1224

En un mundo donde los avances tecnológicos y de infraestructura no dejan de sorprendernos, hay proyectos que parecen sacados de la ciencia ficción. Uno de ellos es la Presa de las Tres Gargantas en China, una de las obras de ingeniería más ambiciosas jamás construidas. Pero más allá de su impresionante capacidad hidroeléctrica, hoy está en el centro de una conversación inusual y fascinante: la NASA ha confirmado que este coloso de concreto puede ralentizar la rotación de la Tierra.

Sí, leíste bien. Una construcción humana está afectando el giro del planeta.

Presa de las Tres Gargantas

Una presa colosal en todos los sentidos

Ubicada en el río Yangtsé, la Presa de las Tres Gargantas fue concebida no solo como una planta hidroeléctrica, sino como un símbolo del poderío tecnológico y económico de China. Desde su inauguración, ha generado suficiente energía como para alimentar países enteros: produce unos 112 TWh al año, más que toda la demanda eléctrica de países como Noruega, Chile o Finlandia.

Con una capacidad de 40 mil millones de metros cúbicos de agua, la presa contiene una masa líquida tan enorme que puede alterar el equilibrio del planeta. Y es aquí donde entra la NASA.

¿Qué dice la NASA?

Según el geofísico Benjamin Fong Chao, del Centro Goddard de Vuelo Espacial de la NASA, al llenarse por completo, la Presa de las Tres Gargantas desplaza una cantidad inmensa de masa desde altitudes más bajas hacia un punto más alto (relativamente hablando, respecto al centro de la Tierra). Esto modifica el momento de inercia del planeta, un concepto físico que describe la resistencia de un cuerpo a cambiar su rotación.

¿La consecuencia? Una ralentización mínima, pero medible en la rotación terrestre: cada día se alarga 0,06 microsegundos (0,00000006 segundos).

En otras palabras, mover esa cantidad de agua estira el día, aunque solo sea por una fracción ridículamente pequeña. Pero en ciencia planetaria, incluso los cambios diminutos importan.

¿Qué otras actividades humanas han afectado la Tierra?

Aunque pueda sonar increíble, no es la primera vez que la humanidad (o la naturaleza) altera el ritmo de nuestro planeta:

  • El tsunami del Océano Índico en 2004, causado por un terremoto masivo en Indonesia, desplazó el eje terrestre unos 2,5 cm y acortó el día en 2,68 microsegundos

  • Entre 1993 y 2010, la extracción masiva de aguas subterráneas (2 150 gigatoneladas de agua) elevó el nivel del mar y desplazó el eje de rotación 80 cm hacia el este

  • El derretimiento de los glaciares, a raíz del cambio climático, también está redistribuyendo la masa terrestre, alterando lentamente la inclinación del eje rotacional

Es decir, nuestro impacto ya no solo se mide en gases de efecto invernadero o deforestación, sino en cómo literalmente le estamos “cambiando el paso” al planeta.

¿Deberíamos preocuparnos?

En términos prácticos, no notarás la diferencia en tu día a día. No tendrás que ajustar tu despertador ni habrá consecuencias inmediatas para la vida diaria. Pero a largo plazo, los sistemas de precisión como los satélites GPS, las telecomunicaciones y la navegación podrían requerir ajustes técnicos, como la introducción de “segundos intercalares” (segundos adicionales que se agregan —o se restan— para mantener sincronizados los relojes atómicos con la rotación real de la Tierra).

De hecho, se está evaluando por primera vez la necesidad de introducir un “segundo intercalar negativo”, es decir, acortar un minuto a solo 59 segundos. Parece menor, pero para sistemas digitales y científicos, estos segundos pueden marcar una diferencia crítica.

¿Por qué esto nos importa?

Porque este tipo de noticias nos recuerda algo crucial: vivimos en una era donde la influencia humana ha alcanzado escala planetaria. A esto se le llama técnicamente Antropoceno, una nueva era geológica en la que las actividades humanas son la fuerza dominante que da forma a la Tierra.

La idea de que una presa pueda alterar la rotación de un planeta puede sonar sacada de una novela de ciencia ficción, pero es real, medible y cada vez más frecuente. Y mientras seguimos construyendo, extrayendo y modificando el entorno, debemos preguntarnos: ¿hasta qué punto podemos intervenir en los sistemas naturales sin consecuencias imprevistas?

¿Qué nos enseña esto sobre el futuro?

A medida que nos acercamos a nuevas fronteras —como la colonización de la Luna o Marte, donde cada gramo cuenta y cada segundo importa— entender cómo nuestras acciones modifican el equilibrio físico de los cuerpos celestes se vuelve más relevante que nunca.

Lo que aprendemos sobre la Tierra y su dinámica rotacional puede aplicarse a la exploración espacial, a la terraformación de planetas, e incluso a las soluciones para enfrentar el cambio climático aquí en casa.

Una llamada a la conciencia planetaria

Así que la próxima vez que escuches hablar sobre una presa, un proyecto de ingeniería o una gran construcción, recuerda que no se trata solo de infraestructura, sino de geopolítica, sostenibilidad y física planetaria. Somos capaces de alterar los ritmos de un planeta entero. Eso es poder… y también una enorme responsabilidad.

Y aunque un día más largo por 0,06 microsegundos no cambiará nuestras vidas de inmediato, es una prueba de que todo en la Tierra está conectado, y que nuestras decisiones, incluso las más monumentales, tienen eco en el tejido invisible del tiempo y el espacio.